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JESUITAS

Los jesuitas, ¿quiénes son? Pues unos hombres que pertenecen a una orden religiosa de la Iglesia católica fundada por san Ignacio de Loyola y un grupo de compañeros allá en el siglo XVI.

La Compañía de Jesús es el resultado de los sueños de siete estudiantes de la Universidad de París que, en 1534, decidieron ir a desgastar sus vidas en Tierra Santa o, si no lo lograban, ponerse al servicio del Papa. La orden religiosa fue fundada en 1540 de la mano de estos primeros compañeros y se extendió rápidamente. A la muerte de Ignacio de Loyola, su impulsor, contaba con casi un millar de miembros. Un siglo después eran ya 13.000.

Desde entonces los jesuitas llevan a cabo una intensa labor apostólica, propagando la fe, siendo pioneros en los métodos de inculturación, educando a la juventud, trabajando en todos los campos del saber, enfrentándose a las injusticias y defendiendo los derechos humanos.

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ESPIRITUALIDAD IGNACIANA

La espiritualidad es para la persona creyente el camino que le acerca a Dios e incluye oración, intuición, reflexión, acción y comprensión de quién es ese Dios para nosotros manifestado en Jesús. Y ese camino termina condicionando la propia vida y nuestra comprensión del mundo.

La espiritualidad ignaciana encuentra su fuente en la experiencia personal de San Ignacio de Loyola, plasmada en sus Ejercicios Espirituales. Se sostiene en un Dios que habita y trabaja en todas las criaturas y en todo lo que nos acontece.

Nos impulsa a vivir desde un profundo sentimiento de agradecimiento por todos los dones recibidos, nos hace conscientes de nuestras debilidades y nos aporta claves que transforman nuestras relaciones convirtiéndonos en personas que enfocan su vida hacia los demás.

Los principales pilares de la espiritualidad ignaciana son:

  • Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida. No lo más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de mí.

  • Ensanchar el corazón a las dimensiones del mundo, pero aterrizando en lo concreto para no perderme en vaguedades o en ideales irrealizables.

  • Conocer mi realidad lo más ampliamente posible. De ahí, examinar mucho cada situación y también reflexionar mucho sobre uno mismo.

  • Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar esa realidad para hacerla más evangélica.

  • Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativos en la acción.

El Centro Arrupe vive y se entiende desde esta espiritualidad de forma que todo lo que alienta y organiza se inspira en este modo de entender al ser humano, la realidad y Dios mismo.