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Soldados: muchos intereses, poca voluntad de acabar

Más de 300.000 niñas y niños están siendo utilizados como soldados en los alrededor de 20 conflictos que están en curso en todo el mundo en este mismo momento: guerras de África, batallas del Daesh, Yemen, Filipinas…

Niñas y niños secuestrados o reclutados de manera violenta que son entrenados hasta ser convertidos en auténticas máquinas de matar. Separados de sus seres queridos, obligados incluso a matar a sus padres o algún miembro de su familia, sometidos a todo tipo de manipulaciones y forzados a consumir drogas y alcohol a la hora de entrar en combate se transforman en los guerreros más temidos e irresponsables. Ellos solo obedecen órdenes, no ven el peligro, toman la guerra como un juego y desean ganarse el favor y el cariño de sus jefes siendo los más malotes de la banda, los más crueles y temerarios.

Los señores de la guerra quieren niñas y niños soldados porque son más fáciles de manejar, más económicos y se reemplazan fácilmente si mueren.

Tenemos multitud de documentos universales y regionales, declaraciones y principios que prohíben tajantemente el uso de las niñas y los niños como soldados Pero todos ellos no pasan de ser proclamaciones de buenas intenciones plagadas de buenismo que raramente se implementan por la falta de voluntad política de aquellos gobiernos y organismos internacionales que tienen la capacidad de terminar con esta forma de esclavitud y explotación infantil. La guerra es un negocio que mueve mucho dinero y hace ricas a muchas personas.

No olvidemos que existen niñas y niños que están siendo utilizados como soldados porque existen conflictos violentos que se prolongan en el tiempo.

Nos intentan vender las guerras como disputas religiosas o étnicas, pero eso es mentira. No existen ese tipo de conflictos. Todas son económicas o por el control geoestratégico.

Detrás de cada guerra suele haber una materia prima o intereses políticos y comerciales de una parte de Occidente (o China): los diamantes de sangre de Sierra Leona, el coltán de la República Democrática del Congo, el petróleo de Sudán del Sur… Son empresas occidentales y chinas, en su mayoría, las que explotan, transforman y comercializan esos productos.

Tampoco podemos olvidar el comercio de armas, tanto el legal como el ilegal, que mueve tanto dinero. Estas armas también son fabricadas en el norte. Los cinco países que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, son los principales fabricantes de armamento. España no se queda a la zaga y es uno de los principales exportadores de municiones y armamento ligero a África o a tantas otras partes del mundo. Armas y municiones españolas se utilizan en muchos de los conflictos que están en curso actualmente y donde se utilizan a menores como soldados.

Las armas modernas cada día son más ligeras, fruto de los avances tecnológicos quizás. La realidad es que cada vez niñas y niños más pequeños pueden utilizarlas. Esto nos lleva a una reflexión: el brazo de un niño de ocho o nueve años no es tan largo como el de un adulto, ¿entonces cómo es que puede alcanzar fácilmente el gatillo del arma y manejarla? ¿No será que los fabricantes de armas ya saben que son niños los que utilizarán sus productos?

Todos estos datos nos hacen sospechar que las empresas que se benefician del bajo coste de los minerales llamados de sangre, el silencio y complicidad de nuestros gobiernos, y el trafico de armas forman un cóctel que mueve muchos millones a los que nadie está dispuesto a renunciar y que para que todo funcione es imprescindible el uso de miles de niñas y niños como soldados.

Por eso, nos atrevemos a pensar que los señores de la guerra no se ocultan en las selvas más profundas e impenetrables del planeta, sino que se sientan en consejos de administración de grandes empresas o dirigen gobiernos y dictan políticas.

La buena noticia es que a pesar de todo, estas niñas y niños pueden ser rehabilitados y reinsertados en la sociedad. Nunca volverán a ser el niño que no fueron, pero sí personas capaces de rehacer su vida y volver a la escuela o aprender un oficio que les permita ganarse la vida dignamente y formar una familia. Sin embargo, cada vez hay menos dinero para este tipo de programas. Las niñas y los niños soldados ya no están de moda como lo estuvieron hace años. Los recursos que existen no permiten trabajar de manera integral con estos menores por lo que muchos de los que salen de los grupos armados, al no encontrar apoyo y soluciones a sus problemas regresan a ellos, donde al menos comen todos los días.

Repito, no hay voluntad política para terminar con el uso de niñas y niños soldados. Son parte de un negocio que enriquece a muchos.

Chema Caballero. Cooperante y bloguero

Fuente: http://entreparentesis.org/ninas-ninos-soldados/